miércoles, 12 de diciembre de 2012

Esas tres gotas

"Por la noche acamparon en un prado cercano a la floresta. A la mañana siguiente nevó mucho y toda la comarca estaba muy fría. Perceval se levantó de madrugada, como solía, porque quería buscar y encontrar aventura y caballería; y se ancaminó al prado, helado y nevado, donde había acamapado la hueste del rey. 

Pero antes de que llegara a las tiendas volaba una bandada de ocas que la nieve había deslumbrado. Las vio y oyó cómo iban chillando a causa de un halcón que venía acosándolas con gran ímpetu, hasta que encontró a una separada de la bandada, a la que atacó y acometió de tal modo que la derribó en tierra; pero era tan de mañana, que se fue sin querer ensañarse en la presa. La oca había sido herida en el cuello, y derramó tres gotas de sangre que se esparcieron sobre lo blanco, y pareció color natural. La oca sentía mal ni dolor que la retuviera en tierra, y, antes de que él llegara, ya había reemprendido el vuelo. 

Cuando Perceval vio hollada la nieve sobre la cual había descansado la oca, y la sangre que aparecía alrededor, se apoyó en la lanza para contemplar aquella apariencia; pues la sangre y la nieve juntas le rememoran el fresco color de la faz de su amiga, y se ensimisma tanto que se olvida; porque en su rostro lo rojo estaba colocado sobre lo blanco igual que aquellas tres gotas de sangre que aparecían sobre la nieve. Y la contemplación en que estaba sumido le placía tanto porque le parecía que estaba viendo el joven color de la faz de su hermosa amiga. 

Perceval se absorbe en la contemplación de las tres gotas, en lo que empleó las primeras horas de la mañana, hasta que de las tiendas salieron escuderos que lo vieron absorto y se creyeron que dormitaba." (Chrétien de Troyes, Perceval)

Del Tratado de la Pasión de Eugenio Trías

Y aunque parezca que no viene a cuento,

Tristán e Isolda (La muerte). Rogelio de Egusquiza Barrena. 1910. Museo de BBAA de Bilbao