miércoles, 28 de agosto de 2013

Un atletismo afectivo. Antonin Artaud



Hay que admitir en el actor una especie de musculatura afectiva que corresponde a las localizaciones físicas de los sentimientos. 

El actor es como el atleta físico, pero con una sorprendente diferencia: su organismo afectivo es análogo, paralelo al organismo del atleta, su doble en verdad, aunque no actúe en el mismo plano.

El actor es un atleta del corazón. 

La división de la persona total en tres mundos vale también para él; y solo a él le pertenece la esfera afectiva. 

Le pertenece orgánicamente. 

Los movimientos musculares  del esfuerzo físico son como la efigie de otro esfuerzo, su doble, y que en los movimientos de la acción dramática se localizan en los mismos puntos. 

El punto en que se apoya el atleta para correr es el mismo en que se apoya el actor para emitir una imprecación espasmódica; pero en la carrera del actor se ha vuelto hacia el interior. 

Todos los recursos de la lucha, del boxeo, de los cien metros, del salto en alto, encuentran bases orgánicamente análogas en el movimiento de las pasiones, tienen los mismos puntos físicos de sustentación. 

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